El aborto no se tolera, se pisotea.

Recuerdo que en una de mis primeras clases en la facultad, el profesor nos preguntó: ¿Sabéis cuál es el lugar más importante de la universidad?, los alumnos, un tanto perplejos por la pregunta respondimos: "el Aula Magna, la Biblioteca..." a lo que el profesor contestó: "la cafetería". No pretendía darnos pie a los novillos, ni mucho menos, pero sí nos quiso dar a entender que en una facultad de letras, donde se debate realmente sobre temas de verdadero interés es en la cafetería.

Y es en la cafetería donde, antes de empezar las clases, nos reuníamos un grupo para desayunar y charlar un rato. De entre ese grupo, recuerdo a una chica muy especial: M.... Esta chica, estudiante de grandes cualidades, carácter fuerte y enorme simpatía, conservaba intactos los ideales patrióticos de sus abuelos, y algunos de base moral también. Era esto lo que hacía contarnos múltiples cosas en nuestros ratos libres, especialmente recuerdo aquellas conversaciones en las que le explicaba todo lo que había aprendido en el seno de mi familia, del colegio y de los campamentos. No obstante, era una chica contagiada de lo mundano, estaba acomodada, y a pesar de conservar grandes ideales, las modas, las fiestas y las compañías nefastas anestesiaban sus buenos pensamientos.

Innumerables veces habíamos hablado acerca del tema del aborto, el derecho a la vida, no sólo desde el punto de vista jurídico sino desde el punto de vista moral y religioso; algunos estaban a favor, otros lo toleraban pero yo lo pisoteaba; y ella se proclamaba firme defensora de la vida de los inocentes. De tal forma que, en más de una ocasión en las clases, constituíamos un frente común en pro de esta santa causa frente a la villanía de los "sin-moral".

A principios de Febrero, M... empezó a mostrarse distante conmigo, algo así entre avergonzada, intranquila y nerviosa.... En uno de nuestros encuentros en la cafetería, le pregunté por su estado de ánimo con el fin de ayudarle en lo posible, y reveló que había quedado embarazada, tras mantener relaciones con su novio y tenía pensado abortar. El motivo: un bebé en aquél momento no podía truncar su juventud y su carrera universitaria. Intenté persuadirle, traté de recordarle nuestras charlas, sus afirmaciones morales, sus testimonios en clase..., ¿todo eso había desaparecido por un interés?. Ella no quería entrar en razones, se alejaba de todos aquellos ideales, de tal manera que llegué a decirle que, siendo así, jamás volvería a hablar con ella, porque iba a ser una asesina y ella lo sabía perfectamente. Pienso que, finalmente le hablé con mucha frialdad y poca delicadeza, pero también pienso que por mí mismo no soy capaz de hacerlo así: el Espíritu Santo debió de iluminarme en aquél momento..

Por cuestiones académicas, cambié de turno y más tarde de universidad así que perdí totalmente el contacto con M.... La verdad es que estaba muy indignado, nunca había vivido tan de cerca algo tan horrible como el aborto, así que tampoco quise saber más de ella.

Al año siguiente, por Noviembre, mis antiguos compañeros me localizaron pues querían saber de mí, intercambiar impresiones...., y M... quería hablar conmigo. Así que quedamos en casa de M... y ... cuán grande fue mi sorpresa al verla con un infantico entre sus brazos: ¡era su hijo! Aquél que su madre, tras haberse arrepentido, decidió que naciera. ¡Qué gran emoción me invadió al oír de labios de la madre un : "gracias por haberte enfadado tanto conmigo, no me permitiste ser una desgraciada para el resto de mi vida"!

Mi buena amiga, tras un tropiezo decidió levantarse, y con ella levantó al resto de su familia, pues ella se casó con su novio, quien se bautizó primero. Sus padres se reconciliaron tras un divorcio inválido, puesto que el matrimonio es indisoluble, y ella asumió que primero es la voluntad de Dios y después sus planes de futuro o intereses particulares. Dios quiso mandarle un hijo, un Fernandito, una prueba para ella, para dejar los ideales en pensamientos y ponerlos en práctica. Y Dios le quiso regalar, a sus 20 años, un segundo hijo, Francisco, nacido hace dos meses.

Dios, por medio de su primer hijo ha dado a M... el regalo de la conversión, del arrepentimiento, de la unión familiar y de ser madre. ¡Qué gran regalo el que Dios concede a las madres!, y en cuanto a los medios materiales, ella misma me lo decía: "Dios aprieta, pero no ahoga", a pesar de que su marido tenga que trabajar más para mantener su nueva familia.

Todo ocurrió por una conversación en una cafetería de la universidad. Y es que los católicos de vanguardia no podemos contentarnos con serlo en determinados momentos, sino en todo momento y en todo lugar. Dios tiene preparados innumerables prodigios valiéndose de nosotros, si nosotros queremos ser fieles instrumentos de Cristo.

¡Por Cristo, por María y por España, MÁS, MÁS Y MÁS!

Fernando Pacha
Estudiante de Derecho

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