DECLARACIÓN DE LOS MIEMBROS DE LA COMISIÓN PROMOTORA DE LA INICIATIVA "UNA VIDA, UNA ESPERANZA", PUEBLO DE DIOS, PUEBLO DE LA VIDA Y PARA LA VIDA, EN LA BASÍLICA DE LA MERCED DE BARCELONA

Domingo, 28 de diciembre de 2003. Fiesta de la Sagrada Familia

En este tiempo de Navidad, en el que el dulce Magisterio de la Iglesia, nos invita a contemplar la manifestación del amor de Dios, hecho hombre, haciéndose niño, necesitado y débil, para demostrarnos el sentido profundo de todo nacimiento humano, en el que nos llama gratuitamente a ser hijos del Padre, para tener vida, nueva y eterna en comunión con Él, en su presencia y acatamiento, acogidos a la maternidad espiritual de Santa María de la Merced, Patrona y Redentora de Cautivos, nosotros, miembros de la Comisión Promotora de la iniciativa en defensa de la vida del no nacido, "Una Vida, Una Esperanza", en compañía de colaboradores y con el recuerdo afectuoso a tantos amigos que participan de nuestra esperanza, renovamos nuestro compromiso de responder con generosidad a la llamada que, en el santo nombre de Dios, nos hizo su Vicario Juan Pablo II, en la carta encíclica "Evangelium Vitae", a respetar, defender, amar y servir a la vida, a toda vida humana, especialmente, la de aquella que es más inocente, débil e indefensa: la del no nacido.

Con igual generosidad, queremos dar gracias a Dios por aquellas almas consagradas, que fieles al Magisterio de la Iglesia , nos han transmitido su fe y su testimonio de entrega sin medida a su servicio, para mayor Gloria de Dios.

En esta solemne ocasión no podemos silenciar nuestra repulsa y nuestro dolor ante el hecho de ver como en nuestra Patria, España, nación de profundas raíces cristianas y evangelizadora de nuevos mundos, se permite una legislación infanticida, que atenta contra la Ley de Dios y la misma Ley natural, violando el más elemental Derecho, el Derecho a la vida, favoreciendo así la muerte del más inocente, del más indefenso, a manos de quienes deberían ser sus principales custodios y protectores. Tampoco queremos dejar de unirnos al Santo Padre en su homenaje a ese heroísmo cotidiano, al que pertenece el testimonio silencioso, pero a la vez fecundo y elocuente, de todas las madres valientes, que se dedican sin reservas a su familia, que sufren al dar a luz a sus hijos, y luego están dispuestas a soportar cualquier esfuerzo, a afrontar cualquier sacrificio, para transmitirles lo mejor de sí mismas. Os damos las gracias, madres heroicas, por vuestro amor invencible. Os damos las gracias por la intrépida confianza en Dios y en su amor. Os damos las gracias por el sacrificio de vuestra vida...
!Gracias madre!

Ante la persistencia de este mal abominable, recordamos lo que el Magisterio de la Iglesia exige para el comportamiento de los católicos ante el compromiso y su conducta en la acción política: "El hombre no se puede separar de Dios, ni la política de la moral...quienes se comprometen directamente en la acción legislativa tienen la PRECISA OBLIGACIÓN DE OPONERSE A TODA LEY QUE ATENTE CONTRA TODA VIDA HUMANA.....Y A NINGUNO DE ELLOS LES ESTÁ PERMITIDO APOYARLAS CON EL PROPIO VOTO". Tristemente hemos asistido en estos últimos meses al debate sobre la reforma de la Ley de reproducción asistida, en el que la propuesta de nuestros gobernantes, declarados públicamente como católicos y con participación en celebraciones litúrgicas católicas, no sólo no han buscado la erradicación del mal, sino que arrodillados a los intereses del beneficio propio, han posibilitado que este mal, no sólo persista sino que pueda ser ampliado, al posibilitar la utilización de seres humanos para fines de investigación, instrumentalizando con ello el don sagrado de la vida y denigrando la dignidad de la persona.

No olvidamos, en este capítulo de obligaciones dictadas por la Iglesia, las que nos corresponden a los católicos cuando nos encontramos ante leyes que se oponen radicalmente no sólo al bien del individuo, sino también al bien común, y por consiguiente, se encuentran privadas totalmente de auténtica validez jurídica, pues, "la autoridad es postulada por el orden moral y deriva de Dios, por lo tanto, si las leyes o preceptos de los gobernantes estuvieran en contradicción con aquel orden y, consiguientemente, en contradicción con la voluntad de Dios, no tendrían fuerza para obligar en conciencia...; más aún, en tal caso, la autoridad dejaría de ser tal y degenenaría en abuso". Así pues ante tales leyes o preceptos, se establece la GRAVE Y PRECISA OBLIGACIÓN DE OPONERSE A ELLAS MEDIANTE LA OBJECIÓN DE CONCIENCIA, por la cual, tenemos el deber de oponernos a la colaboración en todo tipo de actos derivados de la aplicación de aquella legislación.

Invitamos a todos los hombres de buena voluntad, abiertos sinceramente a la verdad y al bien, que en lo profundo de su corazón descubren la ley natural y conocen el valor sagrado de la vida humana, a dar respuesta a esa llamada y afirmar y reclamar el derecho de cada ser humano a la vida, como fundamento de la convivencia humana y el orden social. Y particularmente a los creyentes en Cristo, que de modo particular debemos defender y promover este derecho, participando de la misma misión de Jesucristo, ejerciendo su mismo OFICIO SACERDOTAL, ofreciéndonos nosotros mismos y nuestras actividades, su mismo OFICIO PROFÉTICO, acogiendo y anunciando el Evangelio de la vida con nuestras palabras y obras sin vacilar en denunciar el mal con valentía - testigos de Cristo -, y con su mismo OFICIO REAL, venciendo en nosotros mismos al reino del pecado, para después servir con nuestra propia entrega, en la justicia y caridad al mismo Jesucristo presente en todos sus hermanos, especialmente en los más pequeños, para así proclamar y servir al reino de Dios y difundirlo en la historia como fieles hijos de su Iglesia.

Encarecidamente recordamos la llamada apremiante de Juan Pablo II, a las mujeres: "Reconciliad a los hombres con la vida. Vosotras estáis llamadas a testimoniar el significado del amor auténtico, de aquel don de uno mismo y de acogida del otro...La experiencia de la maternidad favorece en vosotras una aguda sensibilidad hacia las demás personas y, al mismo tiempo, os confiere una misión particular: la maternidad conlleva una comunión especial con el misterio de la vida que madura en el seno de la mujer...Así, la mujer percibe y enseña que las relaciones humanas son auténticas si se abren a la acogida de la otra persona, reconocida y amada por la dignidad que tiene por el hecho de ser persona...premisa insustituible para un auténtico cambio cultural".

A nuestros Prelados filialmente les pedimos que continúen en el ejercicio entero de su autoridad y magisterio, sin mediaciones de ninguna clase. Que levanten su voz en defensa de la moral pública, particularmente hoy, en gravísima crisis. Que surjan medidas de saneamiento para quienes por su autoridad o responsabilidad pastoral tiene la misión divina de predicar y velar por esta moralidad.

A los hombres de la ciencia y el pensamiento, de la educación y de los medios de comunicación, les pedimos también su contribución para la edificación de esa sociedad en la que se reconozca y tutele la dignidad de cada persona y se defienda y promueva la vida de todos, desde el primer instante de su concepción. Urge la movilización general de las conciencias y un común esfuerzo ético, que ponga en práctica una gran estrategia a favor de la vida. Todos juntos debemos construir una nueva cultura de la vida, siendo asumida, con una convicción más firme y activa especialmente en las propias comunidades cristianas.

Católicos como somos, vivimos en el mundo del trabajo y de la enseñanza, de los negocios, de las artes y de las profesiones, en esta sociedad que vive de espaldas a la Ley de Dios, secularizada y descristianizada. En esta hora difícil para nuestra Madre la Iglesia, nos hallamos dispuestos a cumplir como buenos hijos suyos. En el Corazón Inmaculado de María nos unimos y juramentamos con todos aquellos que en Barcelona, en Cataluña y en toda España desean adherirse a la iniciativa "Una Vida, Una Esperanza", ofreciendo su testimonio para la defensa de la fe, el mejor servicio de Dios y de su Pueblo, y la más inquebrantable fidelidad al magisterio del Papa y de los obispos en comunión con Él.

Somos hijos de una tierra de mártires y de santos. No podemos permanecer impasibles. "Aunque una madre se olvide del hijo de sus entrañas, yo no te olvidaré" "Te llevo grabado en la palma de mi mano. Y te he llamado por tu nombre". Es Palabra de Dios, esa es su voluntad y nosotros como hijos tampoco podemos olvidar su indefensión.

A María pedimos humildad y fortaleza y con Ella y por Ella ofrecemos este compromiso con exigencia del propio sacrificio para defender los derechos de Dios y nuestra propia vida cristiana, que vemos hoy amenazada por los lobos vestidos con piel de cordero y por los perros mudos de que habla la Sagrada Escritura.

Nuestra Señora de la Merced, aparecida en Barcelona a un Rey, a un clérigo y a un seglar, te pedimos, ¡oh Madre!, la insigne gracia de que no sea por nosotros violado el orden de la justicia, haz que la ignorancia no nos haga caer en el error, que la parcialidad no nos desvíe y que la oferta de regalos o consideraciones no nos corrompa. Te pedimos que en cada cosa nos atengamos a la justicia suavizada por la caridad, para que ningún pensamiento nuestro, nunca se aleje de Ti. Sé inspiradora de nuestras resoluciones, enséñanos lo que debemos tratar, como proceder y muéstranos aquello que debemos decidir.

Madre Santísima, Redentora de cautivos, tu que al pie de la Cruz, viste derramar hasta la última gota de sangre de tu hijo Jesucristo, y al descenderlo de la Cruz lo recibiste en tus brazos. Recibe ahora a estos niños no nacidos, víctimas del mal y del egoísmo, y condúcelos ante la presencia de Dios Padre, para que gocen de la Vida Eterna que nos ha dado tu Hijo Jesucristo. Concédemos que nadie se manche las manos con la sangre de estos inocentes, ni destruyan el Plan Sagrado de la vida humana otorgado por Dios, Nuestro Padre. Amén.

Comisión Promotora de "Una Vida, Una Esperanza"

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